Por Sammy Stein
Dos músicos destacados, uno lencero, el otro guitarrista, un estudio. ¿Qué podría pasar? La respuesta es una grabación de música improvisada superlativa.
Abriendo con un diálogo de quince minutos entre lengüeta y cuerdas, en la canción principal, Perelman encuentra una manera de provocar un énfasis emotivo a partir de motivos conectados, Morris viaja elegantemente a lo largo de escalas, ascendiendo, descendiendo e ingresando matices complicados en las formaciones de frases de Perelman. En esta pista, por momentos, la fuerza de Perelman es contrarrestada por el delicado trabajo de dedos de Morris, creando un argumento sublime, casi etéreo.
La segunda pista, ‘Invisible Mass’, es una continuación de la conversación, esta vez Perelman adopta una postura más contrapuntística mientras Morris sigue su camino con cambios intrincados y patrones rítmicos. Los instrumentos crean los elementos de percusión tanto como la melodía y Perelman imparte una sensación de fuerza, impulsada por la pura audacia de su elección de armónicos. Ambos músicos tienen oído para lo que funciona y lo que no, y lo que vuela tan cerca del borde de la desarmonía pero nunca llega a ese lugar incómodo, es un mérito de su experiencia. El tono de Perelman se ajusta con el flujo de las cuerdas de Morris de manera sutil, solo claramente aparente en la segunda o tercera (o cuarta) escucha. Se muestra el oído de Perelman para las buenas notas conectivas y, a veces, la elección raya en el borde de la locura, particularmente cuando se combina con la vibración de las cuerdas de Morris. Hay un hermoso interludio en el que Morris toca tan suavemente que es como un susurro, y Perelman reacciona debidamente, suspirando el saxofón a través de los registros, cambiando de alto a bajo.
‘Gravitational Pull’ tiene una vibra muy diferente desde el principio con Perelman tocando para todo el mundo como un solista de blues. Puedes imaginarte a un saxofonista solitario en una esquina parisina. Ejerciendo su oficio, cubre todos los ángulos, desde ascensiones de escala bellamente trabajadas hasta intervalos difíciles y desafiantes y secciones improvisadas. La guitarra se une en un suave apoyo, a veces brindando la ubicación correcta para asegurar que los espacios dejados por las frases del saxofón estén llenos de interés. Luego, la guitarra emerge del fondo para liderar después de la marca de cuatro minutos y Perelman cambia a sostenuto detrás de las cuerdas de la guitarra antes de que Perelman alargue el fraseo, lo que permite que el saxofón vuelva a elevarse para liderar en una demostración de dos músicos en armonía creativa.
‘Energía palpable’ se llama acertadamente porque da rienda suelta a la creatividad, presentada al oyente como una serie de interludios, cada uno sutilmente diferente, pero conectado por la elección tácita de tono, fraseo y tempo. La energía de la interpretación de Perelman es palpable, mientras que Morris sostiene y mantiene sus propios patrones, contra los cuales Perelman improvisa, haciendo que el oyente sienta una conexión con ambos músicos. La velocidad con la que Perelman instiga los cambios es impresionante y Morris la iguala en las cuerdas, elaborando música y dándole forma. Perelman demuestra cómo puede tomar una bocanada de aire, crearla y darle forma para que emerja como algo más: una forma, un paisaje musical, un sentimiento. Un interludio reflexivo alrededor de la marca de siete minutos ve a ambos músicos reflexionando sobre una secuencia de acordes central, y ambos llegan a la conclusión de que es necesario en un momento similar, Perelman esta vez siguiendo la guitarra.
La ‘Música de los rayos cósmicos’ es corta, aguda y dulce. Los polirritmos creados por los instrumentos hacen que parezca que hay un pequeño conjunto tocando el piso, pero no, solo dos. Morris iguala a Perelman en nerviosismo e intuitivo cara a cara.
Esta grabación es una de las dos líneas de desarrollo de dos músicos súper talentosos, ninguno de los cuales es el protagonista constante, pero ambos respetan y comprenden los cambios matizados y el fraseo decisivo del otro. Hay una suave interpretación combativa, pero la música vuelve a menudo a una cohesión y unidad que evoluciona gradualmente y desarrolla su propio carácter.
Esta es una gran improvisación y si el free jazz o la música clásica es su género preferido, escuchar esto abre callejones para bajar, investigar y seguir hasta llegar a un punto en el que decide si continuar o batirse en retirada a la seguridad de lo que saber. De cualquier manera, esta es una experiencia. Empujar los límites musicales es lo que Morris y Perelman hacen mejor y esta grabación muestra la belleza que se puede lograr si solo tienes el coraje de hacerlo.